Don Camaleón by Curzio Malaparte

Don Camaleón by Curzio Malaparte

autor:Curzio Malaparte [Malaparte, Curzio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Sátira
editor: ePubLibre
publicado: 1928-01-01T00:00:00+00:00


XVIII

La historia, como siempre ocurre en Italia, está de parte de Don Camaleón

Bien puede decirse que en Italia los camaleones siempre tienen razón. Si a la habilidad y falta de escrúpulos de Mussolini, que para bajarles los humos a propios y extraños se había atrevido a sacar a un reptil a la escena política, no se hubiera sumado la imprudencia de los liberales, sin duda Don Camaleón no habría llegado muy lejos. Pero, para suerte suya, cuando ya se resignaba a no esperar nada de los errores del enemigo, la oposición constitucional pasó al ataque y casi obligó a Mussolini (por ese espíritu de contradicción que tanta importancia tiene en política, pues dicta acciones, reacciones, sentimientos y resentimientos) a darle el papel protagonista en la movida comedia de la política italiana.

En efecto, de la noche a la mañana toda la prensa empezó a hablar de la vida y los milagros del camaleón, de su nacimiento misterioso, de su breve y agitada existencia, de su éxito político y su naturaleza curiosa, que, afirmaban, se parecía más a la de un lagarto que a la del animal político de Aristóteles. En las portadas aparecían artículos polémicos que, como colas de cometas, se desplegaban al pie de los retratos de Mussolini y de Don Camaleón, llamaban a éstos «el hombre y el animal del día» y abundaban en alusiones malévolas a Sebastiano, padre y pedagogo del camaleón, al doctor Libero, Maquiavelo de tres al cuarto, y a mí mismo. Del buen pedagogo decían que el padre tenía más del hijo que el hijo del padre; del doctor Libero, que era el instigador de Don Camaleón, y de mí, que era un intrigante peligroso, una especie de homo ex machina de todos los cabildeos y tejemanejes de Roma.

«La estimación que Mussolini profesa a los camaleones», escribía el Duque de Ghisa, «no extrañará a quien conozca lo que ocurre entre bastidores en el Palazzo Chigi. Los demócratas y los liberales nada tienen que objetar a una política que pretende hacer a las bestias partícipes de la vida del Estado o, como se dice hoy, reconciliarlas con la nación. Pero sin entrar en los motivos que guían a Mussolini en la elección de sus colaboradores, ni pronunciarnos sobre quienes ven con desaprobación su propósito manifiesto de dar a un lagarto responsabilidades de gobierno, sí queremos hacer un llamamiento a la opinión pública para que conjure el peligro que supone semejante violación de los principios constitucionales».

Don Camaleón no daba crédito a sus ojos.

—Lea, lea —le decía el doctor Libero— y dígame si me equivocaba cuando le aseguraba el éxito.

—No digo que no —contestaba el camaleón—. Mejor no podía irme, pero…

—Pero nunca se sabe cómo puede acabar esto —lo interrumpía Sebastiano.

—Por ahora va bien —replicaba el doctor Libero— y no lo necesitamos a usted para que vaya mejor.

Aquel contraataque liberal y las declaraciones de Sofotetro levantaron una tempestad de comentarios. Los más rabiosos partidarios de la revolución, los mismos que hasta ese día le habrían retorcido el pescuezo



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